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Arquitectos: Clément Lesnoff-Rocard, Gil Pescal
- Área: 300 m²
- Año: 2020
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Fotografías:Simone Bossi
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Proveedores: Armony Cucine, Gigacer, Kreon, Schneider
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Este proyecto, iniciado hace 3 años, puede considerarse una alegoría antagónica a la famosa película El náufrago, perdido en una isla. Situada en las afueras de París, justo al pie de La Défense, en una acumulación de enormes rascacielos, la casa estaba casi perdida al borde de una pequeña calle que termina abruptamente confinada en un grupo de torres. Esta situación brutal, entre la utopía modernista de alta densidad y la arquitectura modesta del siglo XIX, acentúa la sensación de ser un diminuto ser sin defensa.
La casa parecía una ostra sin cáscara, perdida en el océano. Afortunadamente, se articulaba en torno a un pequeño patio ajardinado y así decidimos, ya en la primera visita con mi compañero Gil Percal, que esta casa debía protegerse de ese depredador mundo exterior, dando la espalda a la calle y solo mirándose a sí misma, a su jardín y a sus propias cualidades, aún por encontrar. Qué momento de belleza divina, cuando dejas paso a esta otra verdad donde tus habituales instalaciones triviales se convierten en elementos naturales. Cuando su suelo de baldosas grises y verdes se convierte en aguas poco profundas. Cuando tu largo banco de hormigón se convierte en una playa de arena donde el agua te hace cosquillas en los pies. Cuando una mesa de roble macizo se convierte en el gran árbol alrededor del cual se reúne la familia. Cuando una cocina negra mate se convierte en el carbón que encontraste en el bosque quemado. Cuando una imponente biblioteca se convierte en el acantilado que escalas cada día, y los libros que contiene se convierten en los peldaños que te ayudan a subir.
Cuando una cortina de gran tamaño se convierte en una cascada, o incluso sólo en viento. Cuando un puente curvo de hormigón blanco se convierte en una niebla que pasa silenciosamente justo por encima de tu cabeza. Cuando un gigantesco ventanal se convierte en nada más que el cielo, con sus atardeceres y amaneceres. Cuando una escalera de madera que emerge de las aguas poco profundas se convierte en el inicio de un camino para ir a otro lugar, a la montaña, por encima de las nubes. Pues ya ves. Es tu isla, es la isla de todo. Ya puedes cerrar el libro, devolverlo a la estantería y dar un paseo por tu jardín, el de verdad.
